Compras, compras y más compras.


Adicción.
Así lo llamo yo. Adicción.
Adicción a las compras, a las tiendas. A alguna de vosotras seguramente le ha pasado como a mi.
Como cada semana, un día una y otro día otra, reviso todas y cada una de las páginas de mis tiendas habituales y de mis tiendas imposibles. Para mi, las tiendas habituales son algunas como Zara, Mango, Stradivarius, Springfield, Massimo Dutti, H&M, o incluso Carolina Herrera y Bimba y Lola (estas dos últimas mucho menos habituales que las demás). Por otro lado, mis tiendas imposibles (y marcas) son Chanel, Louis Vuitton, Gucci, Ellie Saab, Valentino, Dior, Armani, Loewe, Prada, Bluemarine, Guerlain y muchísimas más.
A lo que iba, todas las semanas reviso las novedades, precios, y prendas de todas esas páginas, y algunas de esas semanas, me permito el "lujo" de comprarme alguno de esos artículos. ¿Y qué pasa entonces?
Llegan las rebajas. Amadas rebajas. Deseadas rebajas.
Y es ahí cuando mi tarjeta de crédito y mi cartera empieza a echar humo. No me salen las cuentas, y cada vez que vuelvo a casa llena de bolsas con ropa, zapatos, bolsos o complementos, cojo el ordenador, entro en una de esas tiendas y vuelvo a hacer mi lista de la compra. Y así sigue ese círculo vicioso del que nunca consigo salir.
¿Lo peor? Lo peor es que una fanática como yo de las revistas de moda tales como Vogue, Elle, Cosmopolitan, Harpers Bazaar y demás, ve que en esas revistas todos los artículos tienen la firma de las marcas imposibles. Marcas por las que estoy dispuesta a pasarme años ahorrando para comprar alguno de sus artículos, como un bolso de Prada, un lady Dior, un vestido alta costura de Elie Saab o cualquier cosa de Chanel.
Mientras ese sueño sigue siendo nada más que eso, un sueño, yo sigo correteando por las calles donde las tiendas imprescindibles y habituales se abren paso ante mi y sus precios algo más asequibles me dejan ir rellenando mi armario que poco a poco, se queda pequeño para guardar toda la ropa que con tanto cariño conservo.
Llamadme loca, pero una de las cosas sin las cuales no podría vivir, es sin duda la ropa y todas esas firmas a las que amo, sean asequibles o inalcanzables.

A ti, con el que he compartido parte de mi vida.

Ya hace mucho tiempo que lo hemos dejado, ya hace mucho tiempo que no pasamos días y noches juntos. Pero sabes qué? Al principio te echaba de menos, pensaba día tras día en ti, y me preguntaba cómo había llegado a equivocarme en todo lo que me equivoqué. 

Las mejores historias no necesariamente tienen que estar escritas en un libro...

A menudo buscamos desesperadamente a esa persona con la que compartirlo todo, con la que vivir nuestros mejores momentos, pero también los peores. Intentamos encontrar a esa persona que nos abrace al tener frío o al estar inseguros, que sepa las palabras exactas con las que animarnos, que haga todo lo posible y hasta lo imposible por robarnos una sonrisa en los peores momentos. En raras ocasiones, también buscamos una persona tan especial que nos haga reír, porsupuesto, pero por la que nos pasemos noches en vela o simplemente una persona con la cual podramos compartir los mejores momentos de nuestra vida. Yo encontré a esa persona sin buscarla, y ha llegado, he compartido contigo los quince mejores meses de mi vida, y los días más felices de ella también, y a estas alturas, sigo con ganas de seguir, de superar con creces estos meses y de continuar dándote un beso cada día.

Celos. Muy a menudo fastidian nuestros planes, hacen que un día que prometía ser espectacular se convierta en pocos segundos y gracias a un acontecimiento sin importancia. Normalmente esos celos, esos motivos son solamente producto de nuestra imaginación, pero de vez en cuando, solo de vez en cuando resultan ser algo real, algo que nos pega en las narices hasta conseguir que nos sangren día a día. Son algo que poco a poco va ganando espacio en su vida, y como no hay espacio para todo, el nuestro se vuelve más y más concurrido.

La vida sigue su curso, tú toma parte de ella.

Cuando alguien entra en tu vida por casualidad, ni siquiera se te pasa por la cabeza que esa persona será con la cual quieras compartir la mayor parte de tus días, y en mayor medida, el resto de tu vida. Hubo una vez en que alguien me dijo "cuando esa persona llegue, te darás cuenta". Esa persona me mintió, me mintió descaradamente, y lo que dijo fue un tremendo error. Las personas nos pasamos los días esperando a nuestra media naranja, a nuestra mitad, a nuestra alma gemela, pero cuando esa llega, ni siquiera nos enteramos. El día que esa persona llegó, la vi como una mas, una persona como otra cualquiera que pasa por nuestras vidas sin dejar huella alguna. Esa persona no tenía nada de especial, era como todas las demás, pero poco a poco, pasito a pasito ha conseguido hacerse un hueco en mi vida y dejar una profunda huella en ella. 

No siempre el camino correcto es el que tomamos

No siempre el camino correcto es el que tomamos, de vez en cuando, el camino equivocado es el que resulta ser más beneficioso para nosotros. Normalmente el camino elegido es el que está lleno de obstáculos que esconden tras de sí cantidades insospechadas de sufrimiento. Sin embargo, no siempre el camino que elegimos es el correcto. Que lo sea no depende de que sea el más doloroso o que sea el más llevadero, sino que lo que decide que ese camino sea el correcto es lo feliz que consigue hacernos. La decisión tomada nunca es fácil, dejar algo atrás con la idea de no volver a tenerlo para siempre, o vivir con eso para siempre, y aunque los recuerdos sean dolorosos y nos persigan a menudo, tener a esa persona contigo, compensando todo lo malo, merece la pena. Perdonar e intentar olvidar con ayuda de la persona a la que quieres hace que ese camino pedregoso se haga más llevadero y sencillo. Y esa persona a veces, solo a veces, es la que consigue que el camino que tanto dolor nos causa, el camino lleno de piedrecitas, sea el camino que nos lleve derechitos a la felicidad.

Fuiste, y lo importante ha sido eso.

A lo largo del camino debemos conocer gente, hacer nuevas amistades, pero también intentar conservar otras tantas. Hoy en día, ya no creo que eso de conservar dependa de uno mismo. No se puede guardar una amistad en una cajita y sacarla y usarla a antojo de uno mismo. Cuando nos pasan cosas malas, a menudo (por no decir siempre) maldecimos el momento en que nos equivocamos, estamos más que rabiosos por lo ocurrido y con la persona que ha ocurrido, pero en el momento estamos tan ciegos que no nos damos cuenta de que en lugar de cabrearnos con esa persona, deberíamos estar agradeciéndole cada minuto lo mucho que nos ha demostrado poco a poco, noche tras noche y herida tras herida.